Hace mucho tiempo, un joven, cuya madre había caído enferma, se
vio en la necesidad de conseguir una gran suma de dinero para poder
cuidarla. No tuvo otro remedio que pedírselo prestado al señor más
rico del pueblo. Pero, por más que trabajaba, al joven le era
imposible poder devolver el préstamo, y además, su madre empeoró
de su enfermedad y nuestro protagonista tuvo que pedir más dinero
aún al rico señor. Éste se enfadó y le dijo:
- ¿Qué
estás diciendo? Ya te presté dinero antes y no me lo has devuelto.
He esperado demasiado tiempo a que me devolvieras mi dinero ¿y ahora
me pides más? ¡No vuelvas por aquí hasta que no saldes tu
deuda!
Aquel joven, que quería curar a su madre como fuera,
al no haber logrado que el rico señor le prestara más dinero, no se
atrevió a volver a casa, y pasó largo rato vagando por el bosque.
Entonces, de repente, apareció un misterioso anciano en mitad del
camino.
- Buenos días, saludó el anciano al pobre joven. Éste,
sobresaltado, le respondió:
- Oh, discúlpeme. No le había
visto.
Y continuó caminando. El anciano le dijo
sonriendo:
¿Te importa que camine contigo? Hay algo que
quiero contarte que seguro que te interesará mucho. Y comenzó a
andar junto a él.
Al cabo de un tiempo, cuando se disponía a
despedirse, el anciano le dijo al joven:
- Estás pasando por
momentos difíciles, ¿verdad? Toma estas sandalias de madera
cálzatelas y tropieza con ellas, ya verás lo que sucede.
El
joven se calzó las sandalias y tropezó con ellas, y ante su
sorpresa, al instante comenzó a brotar de la nada un montón de
dinero.
- Puedes repetir esto varias veces, pero si tropiezas
demasiado, empezarás a encoger. Ten mucho cuidado.
El joven volvió a casa, y tal como le había dicho el
anciano, se calzó las sandalias y tropezó, y de nuevo empezó a
brotar dinero. Tras repetirlo algunas veces, reunió suficiente
dinero para poder curar a su madre y devolver el préstamo. Entonces,
recordó
las palabras del anciano y dejó de utilizar las sandalias. Cuando
el joven fue a devolver su préstamo, el rico señor quiso saber cómo
había conseguido tanto dinero, y el joven le contó la historia de
las sandalias de madera mágicas, que hacían brotar dinero de la
nada. El señor insistió muchísimo en que se las prestara, algo a
lo que el joven accedió.
Muy contento, el señor se calzó
las sandalias y se dirigió a la habitación contigua. Desde esa
habitación empezó a oírse el incesante ruido de las caídas,
"pataplam, pataplam", acompañado del sonido de las
monedas, "cling, cling". Pero al cabo de un tiempo, ya sólo
se oía este último sonido. El joven, extrañado, se asomó para ver
qué sucedía. Allí, sentado, en lo alto de una enorme montaña de
dinero, estaba el rico señor convertido en un bebé, en castigo a la
avaricia de haber tropezado demasiadas veces.
No hay comentarios:
Publicar un comentario