Había una vez un joven labrador.
Un día, cuando estaba caminando
hacia su casa se encontró una tela colgada en un árbol. ¡Era una
tela maravillosa! La más bonita que el joven había visto en su
vida. Así, pensando que alguien la había tirado allí cogió la
tela y se la metió en su cesto. Había acabado de poner la tela en
en el cesto, cuando alguien le llamó, y al girarse se sorprendió
mucho al ver aparecer a una mujer muy hermosa que le dijo:
"Me
llamo Tanabata. Por favor devuélveme mi 'hagoromo'."
El
joven le preguntó: "¿Hagoromo? ¿Qué es un hagoromo?"
Ella
le dijo: "El hagoromo es una tela que uso para volar. Vivo en el
cielo. No soy humana. Descendí para jugar en aquella laguna, pero
sin mi hagoromo no podré regresar. Por eso le pido que me la
devuelva."
El joven avergonzado no pudo decir que él la
había ocultado y le dijo que no sabía nada de esa tela.
Así,
como no tenía el hagoromo Tanabata no pudo volver al cielo y no tuvo
más remedio que quedarse en la tierra. Sin embargo, al cabo de un
tiempo ella y el joven labrador se enamoraron y se casaron.
Al
cabo de unos años, Tanabata, cuando hacía la limpieza de la casa,
encontró el hagoromo, y entonces le dijo a su marido que tenía que regresar
al cielo, pero también le dijo que había una manera de estar
juntos. Si hacía mil pares de sandalias de paja y las enterraba en
torno a un bambú podría subir al cielo. Tanabata le estaría
esperando.
El joven se quedó muy triste y empezó a hacer las
sandalias de paja. Cuando había hecho 999 estaba tan impaciente fue
a enterrarlas al lado de un bambú. En ese momento el bambú se
alargó muy alto hasta el cielo.
El joven labrador subió por el
bambú hasta el cielo, pero le faltaba sólo un poco para llegar. Era
el par de sandalias que no había hecho, pero empezó a llamar a
Tanabata. Y ésta le ayudó a subir.
Su felicidad no duró mucho
porque en ese momento apareció el padre de Tanabata, al que no le
había gustado que ella se casara con un simple mortal. El padre
pidió al joven labrador que cuidara durante tres días sus
tierras.
"Entendido.", respondió el joven.
Tanabata
le dijo a su marido que su padre le estaba haciendo una trampa y que
aunque tuviese sed no comiese ninguna fruta pues le ocurriría algo
malo.
El joven se puso a cuidar las tierras. Pero la mañana del
tercer día ya no podía aguantar la sed y sus manos se fueron hacia
la fruta. En ese momento, del melocotón que había tocado empezó
salir mucha agua convirtiéndose en el río el "Amanogawa"
El
joven y Tanabata quedaron separados por Amanogawa y ambos se
convirtieron en estrellas, las estrellas Vega y Altaír. Desde
entonces, la pareja con el permiso del padre, puede encontrarse sólo
un día al año, el siete de julio.
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