
Y
mientras los demás pasajeros, con su esfuerzo, trataban de salvarse
a nado, el rico ateniense, invocando a cada instante a la diosa
Atenea, le prometía efusivamente toda clase de ofrendas si por su
medio lograba salvarse.
Uno
de los náufragos que lo oía a su lado le dijo:
-Pide
a Atenea, pero también a tus brazos.
Moraleja: Antes de pedir ayuda, primero demuestra que estas intentando solucionarlo.
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