La diabetes mellitus es una
enfermedad en la que se produce una mala utilización de los azúcares
(hidratos de carbono) que ingerimos en los alimentos, como
consecuencia de tener una insuficiente cantidad de una hormona
llamada insulina. Esta hormona -fabricada por el páncreas, que es
una glándula situada en la parte izquierda del abdomen, muy cerca
del estómago- es necesaria para normalizar el nivel de azúcar
(glucosa) en la sangre. Por eso, la persona con diabetes tiene unos
niveles de glucosa en sangre (glucemia) superiores a los normales.
Existen dos tipos de diabetes:
Diabetes mellitus tipo I: se
produce cuando el páncreas deja de producir insulina, y se atribuye
a factores genéticos. Precisa la inyección diaria de insulina para
su tratamiento y afecta más comúnmente a menores de 30 años y de
contextura delgada.
Diabetes mellitus tipo II: más
ligada a factores del comportamiento humano y el entorno, como los
hábitos alimentarios y la inactividad física, y se genera cuando el
páncreas no produce la insulina en cantidad suficiente o la que se
produce no es bien asimilada. No precisa insulina para su tratamiento
y afecta preferentemente a personas mayores, con más frecuencia en
las personas obesas.
Históricamente, la diabetes
mellitus que afectaba a la población infantil y juvenil era la tipo
I; sin ir más lejos, hace una década, 9 de cada 10 casos de
diabetes infantil eran de tipo I. Sin embargo, los casos de diabetes
infantil y juvenil se han triplicado en los últimos diez años, y
los especialistas han llamado la atención sobre el aumento notable
de los casos de diabetes mellitus tipo II asociados con la mala
alimentación, el sedentarismo y la obesidad. Actualmente, entre 22 y
26 de cada 100.000 menores de 15 años que viven en España padece
algún tipo de diabetes.
Son conocidos los factores que
generan la diabetes tipo II (mala alimentación, sedentarismo y
obesidad).
En cambio, todavía no se sabe
con exactitud las causas que provocan la diabetes tipo I, aunque se
atribuyen a factores hereditarios (que los padres o abuelos hayan
padecido la enfermedad); las infecciones por virus que afecten al
páncreas; o la alteración en las defensas del organismo que lleven
a la autodestrucción de sus propias células productoras de
insulina.
Por lo anterior, nos centraremos
aquí en ofrecer información sobre el proceso que deriva en la
aparición de diabetes mellitus tipo I, teniendo en cuenta que su
origen desconocido la hace difícilmente prevenible pero que es muy
importante detectarla cuanto antes para poder tratarla y controlarla.
La diabetes mellitus tipo II sí
puede prevenirse a través de la adopción de hábitos saludables de
alimentación y actividad física y prevención de la obesidad, que
son desarrollados de forma extensa en los otros capítulos de este
curso.
¿Cómo se produce la diabetes
tipo I?
Nuestro organismo necesita de
energía para poder funcionar normalmente, y esa energía la
obtenemos de los alimentos que ingerimos. Una vez en nuestro cuerpo,
los alimentos sufren un proceso de transformación en el aparato
digestivo (estómago e intestino), que se encarga de convertirlos en
sustancias más pequeñas para que pueden pasar a la sangre y ser
utilizados adecuadamente.
Ese proceso de transformación es
el que afecta, por ejemplo, a los hidratos de carbono, que son
convertidos en glucosa (los azúcares más sencillos) para poder ser
utilizados como fuente de energía.
Para que la glucosa pueda entrar
en las células es necesaria la insulina; si falta la insulina, como
sucede en la diabetes mellitus tipo 1, la glucosa no puede entrar en
la célula y ésta no funciona porque no tiene energía suficiente.
Para suplir esa carencia, las
personas que sufren diabetes tipo I tienen que recibir insulina a
través de inyecciones diarias.
Por eso, a estos pacientes se los
conoce como insulino-dependientes.
¿Cómo detectarla y tratarla?
No existe un sólo síntoma
característico de la diabetes, pero sí hay una serie de
manifestaciones muy comunes que pueden despertar nuestra atención y
llevarnos a consultar a un profesional sanitario. Entre estos
síntomas se encuentran:
* El niño adelgaza a pesar de
comer mucho (polifagia).
* El niño pierde el apetito y
adelgaza (anorexia).
* El niño orina mucho
(poliuria), e incluso se orina en la cama cuando hacía tiempo que ya
no sucedía.
* El niño tiene mucha sed y
quiere beber agua constantemente (polidipsia).
* El niño se encuentra más
cansado de lo habitual.
* El niño se vuelve irritable.
Si su hijo o hija tiene todos
estos síntomas, es probable que estemos ante un caso de diabetes.
Debe ser atendido por un médico pediatra, que realizará las pruebas
necesarias (análisis de la glucosa en la sangre y orina) para
confirmar o descartar la existencia de una diabetes.
Una vez diagnosticada la
enfermedad, se iniciará de forma inmediata el tratamiento con
insulina, que le acompañará durante toda la vida.
Complementariamente, los profesionales sanitarios le indicarán una
serie de pautas de alimentación y actividad física que le
permitirán controlar de forma adecuada la enfermedad y obtener la
mejor calidad de vida.
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