Hace ya tanto tiempo que la memoria se niega a reconocerlo, vivía
en el pueblo de Dunmore, en el condado de Galway, Irlanda, un hombre
bastante falto de luces que,a pesar de su absorbente afición a la
música y de ser un gaitero medianamentebueno, en su vida había sido
capaz de aprender otra tonada musical que no fuera "An róg-haira dubh".
Sin embargo, con ella solía hacerse de algunas monedas de los
parroquianos de las tabernas, que se divertían con sus patéticos
pasos de baile y las intencionadas palabras de la canción.Una noche
en que el gaitero regresaba a su morada, después de haber
interpretado media docena de veces su única canción en su taberna
preferida, llamada "An derugrânoniâ" (Las bellotas), la consabida carga de buen whisky irlandés en sus
entrañas hizo que, al cruzar por el cementerio, quizás un poco
inseguro por el entorno, presionara el fuelle de la gaita y comenzara
a tocar por séptima vez la única canción que conocía.Pero sus
temores demostraron no ser infundados; apenas había recorrido la
mitad del trayecto, cuando un leprechaun, surgido de entre las raíces de un enorme roble, cayó
sobre él y lo derribó,de tal modo que Swenû
—que tal era el apodo del gaitero— quedó debajo del duende,
que lo sujetaba fuertemente el cuello, apretando la gaita, que emitía
un sonido quejumbroso.—¡Malhadado seas, duende asqueroso; déjame
ir a mi casa! Tengo cuatro monedas de diez peniques para entregarle a
mi pobre madre, que las necesita para comprar tabaco en polvo.—Si
haces lo que yo te digo, no necesitarás preocuparte por tu madre —le
dijo el leprechaun—.
Ahora vamos a irnos de aquí, y si no te mantienes bien aferrado,
te caerás y te romperás todos los huesos de tu cuerpo, y también
se romperá la gaita, y eso será lo peor. Mientras volamos, toca el
"Oinowirî" para mí.—¡Es que no la sé!—¡No me
importa si la sabes o no! —gritó el leprechaun—; tú toca, y no
te preocupes de lo demás!
El gaitero, atemorizado, llenó de aire la bolsa y comenzó a
tocar, aunque sin saber muy bien qué hacer con sus dedos; sin
embargo, mientras transcurrían los minutos, la música brotaba con
tanta fluidez que él mismo se encontraba embelesado.—¡Pues sí
que habías resultado un buen maestro de música —dijo entonces al
leprechaun—; pero dime, ¿a dónde nos dirigimos?—Esta noche hay
una importante fiesta en el castillo de la Reina Lean Banshee, en la
cima de Chroagh Patrick —le informó el leprechaun—, y quiero que
toques en ella; te doy mi palabra que volverás a casa bien
recompensado por tus molestias.
—¡Caramba! Si va a resultar que, al
final, me vas a ahorrar un viaje —dijo el gaitero—,porque resulta
que el padre Arragh me puso como penitencia una ida a Chroagh Patrick
por haberle robado su ganso blanco preferido el día de Beltayne.
Ya en buena connivencia, ambos viajaron juntos, con la rapidez de
un relámpago, a través de montes, marismas y llanuras, hasta llegar
a la cima de Chroagh Patrick; una vez frente al castillo de la Reina
Banshee, el leprecha un golpeó tres veces con sus nudillos, y el
gran portón se abrió,franqueándoles el paso hacia una gran
habitación. Allí, Swenû vio una enorme mesa de roble, con cientos
de ancianas sentadas alrededor; una de ellas, con un porte real que
la distinguía de las demás, se levantó de su sitial y dijo:—Que
tengas mil bienvenidas, leprechaun na Samhain.
¿Quién es el invitado que has traído contigo?—Pues, ni más
ni menos que el mejor gaitero de Erín —contestó el duende.Al
escuchar esto, una de las ancianas dio un golpe en la mesa, con lo
cual se abrió una puerta en una de las paredes y de ella surgió,
ante el estupor del gaitero, ¡el mismo ganso blanco que él había
robado al padre Arragh para la fiesta de Beltayne!—¡Por mi alma!
—exclamó Swenû— . Pero si mi madre y yo mismo nos comimos hasta
el último hueso de esa ave; sólo dejamos un muslo, que mi madre le
dio a Moyrua (la pelirroja Mary), y que fue el causante de que el
padre Arragh se enterara de que yo había robado su ganso.El ganso,
demostrando estar más vivo de lo que el gaitero pensaba, retiró los
platos y limpió la mesa, y entonces el leprechaun dijo:
—Toca algo de música para estas agradables damas.La velada
transcurrió sin otros incidentes, con Swenûtocando y cantando
canciones que jamás había aprendido en su vida, y las ancianas damas
bailando hasta que ya no pudieron dar una paso. Entonces el leprechaun dijo que había que pagar al gaitero, y todas y cada una de las banshees depositaron una moneda de oro en su bolsa.
—¡Por los dientes de San Patricio! —exclamó Swenû —. ¡Soy
más rico que el hijo de un rey!—Ven conmigo —le dijo el
leprechaun—,
y yo te regresaré a tu casa. Pero en ese instante, cuando el
gaitero estaba a punto de subir a las espaldas del leprechaun, el
ganso que había atendido el servicio de la mesa (el mismo que él
pensaba haberse comido en la fiesta de Beltayne) se acercó a él y
le entregó una gaita nueva. Luego, él y el leprechaun se marcharon
y, al llegar a Dunmore, el duende dejó al gaitero sobre el pequeño
puente y le dijo que regresara a su casa, agregando:—Ahora, además
de algunas monedas de oro, tienes dos cosas más:
ciall agus eól (conocimientos de música) y muchas canciones nuevas;
aprovéchalas.Contento como unas pascuas, Swenû corrió hasta su
casa, abrió la puerta y llamó a su madre a gritos:—¡Déjame
entrar; tengo una fortuna en mi bolso y soy el mejor gaitero de
Erín.
Al día siguiente, Swenû fue a ver al padre Arragh y le contó su
historia con el
leprechaun,pero el cura se negó terminantemente a aceptar una sola palabra
de su relato, hasta que comenzó a tocar la gaita y los chillidos de
gansos y patos amenazaron con dejarlos sordos a ambos.—¡Vete de mi
vista, ladrón de gansos! ¡No te conformas con comerte mi ave, sino
que también quieres burlarte de mí!. Pero el gaitero no le hizo el
menor caso, y tomó su gaita vieja, para demostrar al párroco que su
relato era verídico; y en cuanto comenzó a tocar su antiguo
instrumento, sonó una música maravillosa y, desde aquél día hasta
que su brazo ya no tuvo fuerzas para presionar el odre de la gaita,
nunca hubo en ningún condado de Erín un músico tan solicitado como
Swenû, El Gaitero.
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