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Desafio Materno
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Desafio Materno
Este humilde blog, esta dedicado a lo que más queremos en esta vida: nuestros niñ@s.
miércoles, 26 de noviembre de 2014
martes, 28 de octubre de 2014
Coge la moneda
Organización:
Materiales:
Juego:
Podrá jugar un solo jugador, pero
resulta más divertido si intervienen varios jugadores para ver quien
consigue hacerlo más rápido y mejor o bien quien lo hace más veces
en un tiempo determinado.
Una moneda o una chapa de refresco.
Se coloca la punta del dedo pulgar
entre los dedos índice y corazón, pero sólo la punta, de tal forma
que, si hacemos fuerza con el pulgar, éste se libera de forma
explosiva.
En esta posición, colocamos nuestra
moneda o chapa entre el dedo índice y el lugar por donde se liberará
el dedo pulgar y entonces hacemos fuerza con este dedo y lo
liberamos. La moneda saltará hacia arriba y tendremos que recogerla
antes de que caiga al suelo.
Podemos jugar a muchas variantes:
quién la recoge antes, quién la lanza más alto y la recoge sin que
se caiga, quién la recoge sin moverse del sitio, quién la recoge
girando por detrás y sin mover los pies, etc. Las variantes son
tantas como la imaginación de los jugadores.
También podremos lanzar la moneda con
otras partes del cuerpo: palma de la mano, dorso de la mano, codo,
punta del pie, rodilla, etc.
lunes, 27 de octubre de 2014
Mensaje apretado
Organización:
Materiales:
Podrán jugar todos los jugadores que
queramos. Forman un corro y se agarran todos los jugadores por las
muñecas a los jugadores que tengan a su izquierda y su derecha.
Una vez formado el corro, el primer
jugador pasa un mensaje al jugador de su izquierda apretando la
muñeca de su brazo derecho. El mensaje será, por ejemplo, de la
siguiente forma: dos apretones cortos, uno largo y otro corto.
El jugador que recibe el mensaje
deberá pasarlo al siguiente jugador, colocado a su izquierda y así
se irá pasando de un jugador a otro hasta que se llegue al primer
jugador, que fue el que emitió el mensaje.
Los mensajes se pueden ir complicando
según la edad de los jugadores; a menos edad, más sencillo el
mensaje.
domingo, 26 de octubre de 2014
EL GAITERO Y EL LEPRECHAUN
Hace ya tanto tiempo que la memoria se niega a reconocerlo, vivía
en el pueblo de Dunmore, en el condado de Galway, Irlanda, un hombre
bastante falto de luces que,a pesar de su absorbente afición a la
música y de ser un gaitero medianamentebueno, en su vida había sido
capaz de aprender otra tonada musical que no fuera "An róg-haira dubh".
Sin embargo, con ella solía hacerse de algunas monedas de los parroquianos de las tabernas, que se divertían con sus patéticos pasos de baile y las intencionadas palabras de la canción.Una noche en que el gaitero regresaba a su morada, después de haber interpretado media docena de veces su única canción en su taberna preferida, llamada "An derugrânoniâ" (Las bellotas), la consabida carga de buen whisky irlandés en sus entrañas hizo que, al cruzar por el cementerio, quizás un poco inseguro por el entorno, presionara el fuelle de la gaita y comenzara a tocar por séptima vez la única canción que conocía.Pero sus temores demostraron no ser infundados; apenas había recorrido la mitad del trayecto, cuando un leprechaun, surgido de entre las raíces de un enorme roble, cayó sobre él y lo derribó,de tal modo que Swenû
—que tal era el apodo del gaitero— quedó debajo del duende, que lo sujetaba fuertemente el cuello, apretando la gaita, que emitía un sonido quejumbroso.—¡Malhadado seas, duende asqueroso; déjame ir a mi casa! Tengo cuatro monedas de diez peniques para entregarle a mi pobre madre, que las necesita para comprar tabaco en polvo.—Si haces lo que yo te digo, no necesitarás preocuparte por tu madre —le dijo el leprechaun—.
Ahora vamos a irnos de aquí, y si no te mantienes bien aferrado, te caerás y te romperás todos los huesos de tu cuerpo, y también se romperá la gaita, y eso será lo peor. Mientras volamos, toca el "Oinowirî" para mí.—¡Es que no la sé!—¡No me importa si la sabes o no! —gritó el leprechaun—; tú toca, y no te preocupes de lo demás!
El gaitero, atemorizado, llenó de aire la bolsa y comenzó a tocar, aunque sin saber muy bien qué hacer con sus dedos; sin embargo, mientras transcurrían los minutos, la música brotaba con tanta fluidez que él mismo se encontraba embelesado.—¡Pues sí que habías resultado un buen maestro de música —dijo entonces al leprechaun—; pero dime, ¿a dónde nos dirigimos?—Esta noche hay una importante fiesta en el castillo de la Reina Lean Banshee, en la cima de Chroagh Patrick —le informó el leprechaun—, y quiero que toques en ella; te doy mi palabra que volverás a casa bien recompensado por tus molestias.
—¡Caramba! Si va a resultar que, al final, me vas a ahorrar un viaje —dijo el gaitero—,porque resulta que el padre Arragh me puso como penitencia una ida a Chroagh Patrick por haberle robado su ganso blanco preferido el día de Beltayne.
Ya en buena connivencia, ambos viajaron juntos, con la rapidez de un relámpago, a través de montes, marismas y llanuras, hasta llegar a la cima de Chroagh Patrick; una vez frente al castillo de la Reina Banshee, el leprecha un golpeó tres veces con sus nudillos, y el gran portón se abrió,franqueándoles el paso hacia una gran habitación. Allí, Swenû vio una enorme mesa de roble, con cientos de ancianas sentadas alrededor; una de ellas, con un porte real que la distinguía de las demás, se levantó de su sitial y dijo:—Que tengas mil bienvenidas, leprechaun na Samhain.
¿Quién es el invitado que has traído contigo?—Pues, ni más ni menos que el mejor gaitero de Erín —contestó el duende.Al escuchar esto, una de las ancianas dio un golpe en la mesa, con lo cual se abrió una puerta en una de las paredes y de ella surgió, ante el estupor del gaitero, ¡el mismo ganso blanco que él había robado al padre Arragh para la fiesta de Beltayne!—¡Por mi alma! —exclamó Swenû— . Pero si mi madre y yo mismo nos comimos hasta el último hueso de esa ave; sólo dejamos un muslo, que mi madre le dio a Moyrua (la pelirroja Mary), y que fue el causante de que el padre Arragh se enterara de que yo había robado su ganso.El ganso, demostrando estar más vivo de lo que el gaitero pensaba, retiró los platos y limpió la mesa, y entonces el leprechaun dijo:
—Toca algo de música para estas agradables damas.La velada transcurrió sin otros incidentes, con Swenûtocando y cantando canciones que jamás había aprendido en su vida, y las ancianas damas bailando hasta que ya no pudieron dar una paso. Entonces el leprechaun dijo que había que pagar al gaitero, y todas y cada una de las banshees depositaron una moneda de oro en su bolsa.
—¡Por los dientes de San Patricio! —exclamó Swenû —. ¡Soy más rico que el hijo de un rey!—Ven conmigo —le dijo el leprechaun—,
y yo te regresaré a tu casa. Pero en ese instante, cuando el gaitero estaba a punto de subir a las espaldas del leprechaun, el ganso que había atendido el servicio de la mesa (el mismo que él pensaba haberse comido en la fiesta de Beltayne) se acercó a él y le entregó una gaita nueva. Luego, él y el leprechaun se marcharon y, al llegar a Dunmore, el duende dejó al gaitero sobre el pequeño puente y le dijo que regresara a su casa, agregando:—Ahora, además de algunas monedas de oro, tienes dos cosas más:
ciall agus eól (conocimientos de música) y muchas canciones nuevas; aprovéchalas.Contento como unas pascuas, Swenû corrió hasta su casa, abrió la puerta y llamó a su madre a gritos:—¡Déjame entrar; tengo una fortuna en mi bolso y soy el mejor gaitero de Erín.
Al día siguiente, Swenû fue a ver al padre Arragh y le contó su historia con el
leprechaun,pero el cura se negó terminantemente a aceptar una sola palabra de su relato, hasta que comenzó a tocar la gaita y los chillidos de gansos y patos amenazaron con dejarlos sordos a ambos.—¡Vete de mi vista, ladrón de gansos! ¡No te conformas con comerte mi ave, sino que también quieres burlarte de mí!. Pero el gaitero no le hizo el menor caso, y tomó su gaita vieja, para demostrar al párroco que su relato era verídico; y en cuanto comenzó a tocar su antiguo instrumento, sonó una música maravillosa y, desde aquél día hasta que su brazo ya no tuvo fuerzas para presionar el odre de la gaita, nunca hubo en ningún condado de Erín un músico tan solicitado como Swenû, El Gaitero.
Sin embargo, con ella solía hacerse de algunas monedas de los parroquianos de las tabernas, que se divertían con sus patéticos pasos de baile y las intencionadas palabras de la canción.Una noche en que el gaitero regresaba a su morada, después de haber interpretado media docena de veces su única canción en su taberna preferida, llamada "An derugrânoniâ" (Las bellotas), la consabida carga de buen whisky irlandés en sus entrañas hizo que, al cruzar por el cementerio, quizás un poco inseguro por el entorno, presionara el fuelle de la gaita y comenzara a tocar por séptima vez la única canción que conocía.Pero sus temores demostraron no ser infundados; apenas había recorrido la mitad del trayecto, cuando un leprechaun, surgido de entre las raíces de un enorme roble, cayó sobre él y lo derribó,de tal modo que Swenû
—que tal era el apodo del gaitero— quedó debajo del duende, que lo sujetaba fuertemente el cuello, apretando la gaita, que emitía un sonido quejumbroso.—¡Malhadado seas, duende asqueroso; déjame ir a mi casa! Tengo cuatro monedas de diez peniques para entregarle a mi pobre madre, que las necesita para comprar tabaco en polvo.—Si haces lo que yo te digo, no necesitarás preocuparte por tu madre —le dijo el leprechaun—.
Ahora vamos a irnos de aquí, y si no te mantienes bien aferrado, te caerás y te romperás todos los huesos de tu cuerpo, y también se romperá la gaita, y eso será lo peor. Mientras volamos, toca el "Oinowirî" para mí.—¡Es que no la sé!—¡No me importa si la sabes o no! —gritó el leprechaun—; tú toca, y no te preocupes de lo demás!
El gaitero, atemorizado, llenó de aire la bolsa y comenzó a tocar, aunque sin saber muy bien qué hacer con sus dedos; sin embargo, mientras transcurrían los minutos, la música brotaba con tanta fluidez que él mismo se encontraba embelesado.—¡Pues sí que habías resultado un buen maestro de música —dijo entonces al leprechaun—; pero dime, ¿a dónde nos dirigimos?—Esta noche hay una importante fiesta en el castillo de la Reina Lean Banshee, en la cima de Chroagh Patrick —le informó el leprechaun—, y quiero que toques en ella; te doy mi palabra que volverás a casa bien recompensado por tus molestias.
—¡Caramba! Si va a resultar que, al final, me vas a ahorrar un viaje —dijo el gaitero—,porque resulta que el padre Arragh me puso como penitencia una ida a Chroagh Patrick por haberle robado su ganso blanco preferido el día de Beltayne.
Ya en buena connivencia, ambos viajaron juntos, con la rapidez de un relámpago, a través de montes, marismas y llanuras, hasta llegar a la cima de Chroagh Patrick; una vez frente al castillo de la Reina Banshee, el leprecha un golpeó tres veces con sus nudillos, y el gran portón se abrió,franqueándoles el paso hacia una gran habitación. Allí, Swenû vio una enorme mesa de roble, con cientos de ancianas sentadas alrededor; una de ellas, con un porte real que la distinguía de las demás, se levantó de su sitial y dijo:—Que tengas mil bienvenidas, leprechaun na Samhain.
¿Quién es el invitado que has traído contigo?—Pues, ni más ni menos que el mejor gaitero de Erín —contestó el duende.Al escuchar esto, una de las ancianas dio un golpe en la mesa, con lo cual se abrió una puerta en una de las paredes y de ella surgió, ante el estupor del gaitero, ¡el mismo ganso blanco que él había robado al padre Arragh para la fiesta de Beltayne!—¡Por mi alma! —exclamó Swenû— . Pero si mi madre y yo mismo nos comimos hasta el último hueso de esa ave; sólo dejamos un muslo, que mi madre le dio a Moyrua (la pelirroja Mary), y que fue el causante de que el padre Arragh se enterara de que yo había robado su ganso.El ganso, demostrando estar más vivo de lo que el gaitero pensaba, retiró los platos y limpió la mesa, y entonces el leprechaun dijo:
—Toca algo de música para estas agradables damas.La velada transcurrió sin otros incidentes, con Swenûtocando y cantando canciones que jamás había aprendido en su vida, y las ancianas damas bailando hasta que ya no pudieron dar una paso. Entonces el leprechaun dijo que había que pagar al gaitero, y todas y cada una de las banshees depositaron una moneda de oro en su bolsa.
—¡Por los dientes de San Patricio! —exclamó Swenû —. ¡Soy más rico que el hijo de un rey!—Ven conmigo —le dijo el leprechaun—,
y yo te regresaré a tu casa. Pero en ese instante, cuando el gaitero estaba a punto de subir a las espaldas del leprechaun, el ganso que había atendido el servicio de la mesa (el mismo que él pensaba haberse comido en la fiesta de Beltayne) se acercó a él y le entregó una gaita nueva. Luego, él y el leprechaun se marcharon y, al llegar a Dunmore, el duende dejó al gaitero sobre el pequeño puente y le dijo que regresara a su casa, agregando:—Ahora, además de algunas monedas de oro, tienes dos cosas más:
ciall agus eól (conocimientos de música) y muchas canciones nuevas; aprovéchalas.Contento como unas pascuas, Swenû corrió hasta su casa, abrió la puerta y llamó a su madre a gritos:—¡Déjame entrar; tengo una fortuna en mi bolso y soy el mejor gaitero de Erín.
Al día siguiente, Swenû fue a ver al padre Arragh y le contó su historia con el
leprechaun,pero el cura se negó terminantemente a aceptar una sola palabra de su relato, hasta que comenzó a tocar la gaita y los chillidos de gansos y patos amenazaron con dejarlos sordos a ambos.—¡Vete de mi vista, ladrón de gansos! ¡No te conformas con comerte mi ave, sino que también quieres burlarte de mí!. Pero el gaitero no le hizo el menor caso, y tomó su gaita vieja, para demostrar al párroco que su relato era verídico; y en cuanto comenzó a tocar su antiguo instrumento, sonó una música maravillosa y, desde aquél día hasta que su brazo ya no tuvo fuerzas para presionar el odre de la gaita, nunca hubo en ningún condado de Erín un músico tan solicitado como Swenû, El Gaitero.
El Campesino y la Roca
La
historia cuenta que un rey colocó una gran roca obstaculizando un
camino y luego se escondió para ver si alguien la quitaba.
Algunos
de los comerciantes y cortesanos más adinerados del reino pasaron
por allí y simplemente rodearon la roca sin intentar moverla.
Muchos
culparon al rey de no mantener los caminos despejados, pero ninguno
intento moverla.
Cierto día, pasó por allí un campesino con su carreta cargada de verduras, al aproximarse y ver la roca, bajó la carga que traía y con su carro y los caballos trato de moverla hacia un lado del camino. Después de mucho trabajo logró moverla y despejar el camino.
Cierto día, pasó por allí un campesino con su carreta cargada de verduras, al aproximarse y ver la roca, bajó la carga que traía y con su carro y los caballos trato de moverla hacia un lado del camino. Después de mucho trabajo logró moverla y despejar el camino.
Mientras
recogía su carga de vegetales, notó que en el lugar donde estaba la
roca había una bolsa que contenía una gran cantidad de monedas de
oro y una nota del Rey que decía: Las monedas de oro son para la
persona, que logre mover la piedra del camino.
El
obstáculo que para muchos era un impedimento para seguir adelante,
para el campesino solo fue una oportunidad de demostrar que nada
puede entorpecer el camino de nuestra vida. Con sabiduría y coraje
hizo lo que otros jamás hubieran hecho.
“En
el transitar por la vida nos encontramos con muchos obstáculos, si los
enfrentamos con una actitud correcta y no tratamos simplemente de
evitarlos, aprenderemos a ser sabios y valientes, y a su tiempo
recibiremos el premio oportuno, como le ocurrió al campesino”
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